David Román es el presidente de la Unión Vegetariana Española. En esta entrevista nos cuenta cómo ha educado a su hijo Leo desde el respeto a los animales.
DR: Indudablemente los principales obstáculos son con la alimentación. Es un niño que le gusta mucho comer, y disfrutar con los sabores de la comida. Sobre todo cuando era más niño, tenía curiosidad por probar cosas que los demás niños suelen consumir. Las madres/padres deben ser conscientes de que a esa edad, las prohibiciones son difíciles de justificar y razonar (sobre todo los razonamientos de salud), y que en muchas ocasiones sólo conducen a que se coman las cosas «prohibidas» a escondidas. En ese sentido, nosotros pensamos que resulta positivo dar a los niños sucedáneos o imitaciones veganas de los productos que tienen supuestamente «prohibidos» (desde hamburguesas hasta helados, quesos, repostería o chuches), especialmente si ellos mismos las piden. De este modo los niños se dan cuenta de que no lo tienen todo prohibido, sino que simplemente hay que buscar las opciones veganas que son plenamente consecuentes con nuestros principios. Esto les va a quitar ansiedades, les va a paliar la sensación de ser bichos raros (algo bastante frecuente) y les va a habituar a la toma de decisiones en la cesta de la compra: escoger alimentos válidos para nuestros principios, descartando los que contienen ingredientes no veganos.
AA: ¿Cómo ha reaccionado a lo largo de estos años el entorno educativo de Leo?
DR: Desafortunadamente, la aceptación social de la opción vegana (o vegetariana en general) es todavía muy baja. En el entorno educativo, lo mismo. Con nuestro hijo no hemos recurrido al comedor escolar, siempre ha podido comer en casa, pero éste es un problema recurrente para muchas familias que chocan con la incomprensión del sistema y que en la mayoría de las ocasiones se enfrentan al rechazo a contar con comida vegetariana en el comedor escolar, e incluso les niegan la opción de llevar su propia comida desde casa. Generalmente, el trato recibido depende de la buena disposición de la empresa de catering que esté a cargo del comedor, pero en general su postura suele ser negativa. Durante años desde las asociaciones hemos intentado hacer algo para mejorar esta situación, pero sin éxito. Por suerte parece que ahora, en Euskadi, se ha conseguido y entrará en vigor el próximo curso
(http://www.elmundo.es/elmundo/2012/06/09/paisvasco/1339262479.html?utm_source=supporter_message&utm_medium=email). Una excelente noticia que ojalá pueda ir extendiéndose a otras comunidades, ya que las competencias en esta materia corresponden a las comunidades autónomas.
Al margen del tema de los comedores escolares, nuestro hijo ha tenido que enfrentarse al choque en las reuniones infantiles, tanto en la escuela como fuera de ella, cuando se celebra alguna comida especial (fin de curso, celebraciones, cumpleaños, etc.). Los primeros años fueron sin duda difíciles, fueron motivo de disgustos y enfrentamientos, pero con el tiempo la gente se ha ido acostumbrando y han integrado su particularidad en los preparativos sin mayor problema… igual que a los niños celíacos los tienen en cuenta, pues al niño vegano también le tienen preparada su opción especial (chocolate sin leche, rosquilletas en lugar de bocadillo, etc.). Pero claro, todo esto lleva su tiempo y al principio resulta exasperante, pero es un proceso necesario.
AA: ¿Qué crees que podría haber hecho mejor el centro al que asiste Leo?
DR: En caso de haber usado el comedor escolar, nos hubiera gustado un trato favorable a la hora de elaborar un menú vegano para nuestro hijo. A pesar de no haberlo intentado nunca, sospechamos que no hubieran atendido nuestra petición, ya que la respuesta habitual es que las particularidades sólo se aceptan con un certificado médico que lo justifique (caso de alergias o intolerancias alimentarias, y otros problemas de salud que limiten la ingesta de algún alimento en concreto).
AA: ¿Crees que se puede transmitir a los niños valores de respeto a los animales y a la vez decirles que pueden ser utilizados?
DR: Los niños empatizan mucho con los animales, son capaces de sentir un afecto innato hacia ellos que por desgracia van perdiendo al crecer. En la mayoría de los casos, si se les habla del respeto y el amor por los animales, lo entienden perfectamente, y también sucede que no llegan a percibir con claridad que los animales sean utilizados. Para ellos un animal es una cosa, y los productos que se obtienen de ellos son otra cosa, pero en general no le ven la relación directa. En la mayoría de los casos, no asocian mentalmente que un trozo de carne venga de un animal, y esa disociación se va enraizando hasta la edad adulta.
Por eso, hay que mostrar la realidad a los niños sin rodeos, para que lo entiendan y conozcan la procedencia de los alimentos… no es necesario enseñarles videos de mataderos o imágenes desagradables que puedan afectarles negativamente, pero sí hablar sin tapujos del origen de los alimentos animales y de los alimentos vegetales.
AA: ¿Qué consejos darías a un padre o a una madre que quiere educar a su hijo de forma vegana?
DR: En mi opinión, es esencial tener las ideas claras y una firme determinación de desear hacerlo. En muchos casos, debido a los enfrentamientos con familiares, amigos, profesionales de la salud, etc, los padres y madres acaban sucumbiendo ante las dudas y los temores. Es importante contar con un respaldo sólido, y esto se puede posibilitar buscando apoyos: textos (información bien documentada), contacto con otras familias veganas (conociendo sus experiencias previas), soporte de profesionales de la salud que sean partidarios de la postura vegana (o al menos tolerantes hacia ella).
Si contamos con estos apoyos, todo es más fácil. Pero en cualquier caso, lo más importante es desarrollar un clima de cariño en el hogar que permita el correcto desarrollo emocional y afectivo del niño. En primer lugar, es fundamental que padre y madre compartan las mismas ideas o al menos hayan llegado previamente a un acuerdo respecto hasta qué extremo van a educar al niño dentro del veganismo. No es conveniente que el niño sea testigo de enfrentamientos en el seno del hogar por este motivo, ni convertir nuestras ideas veganas en una «cruzada», ni que la comida se convierta en el eje central de la vida del niño. Tenemos que alimentarnos porque es nuestro «combustible», pero no es un fin en sí mismo. Lo importante es lo que hacemos como personas, en el resto del día. Al adoptar unos hábitos alimenticios determinados (veganos en este caso), el niño lo integrará en su vida como algo natural, pero sin tener que recibir sermones o justificaciones a cada momento sobre lo que hacemos y por qué él también tiene que hacerlo.
También es importante transmitir a los niños la importancia de lo que hacemos en nuestros actos cotidianos, como algo de lo que debemos sentirnos orgullosos porque lo que hacemos es positivo para los animales, para nuestro propio cuerpo y para el planeta. Es decir, procurar que no perciban en ningún momento que nos sentimos como bichos raros que nos auto-excluimos y nos prohibimos cosas que el resto de la gente hace con total normalidad, sino todo lo contrario.
Y algo fundamental: cuando el niño crezca, será libre de decidir si desea seguir siendo vegano o no. Debemos garantizarle esa libertad de elección, que es la misma que nosotros tuvimos cuando decidimos ser veganos.
AA: Y, para terminar, ¿alguna vivencia personal que recuerdes con especial cariño?
DR: No sabría destacar nada en especial, son las cosas del día a día lo que van construyendo la relación familiar, y la experiencia incomparable de ver desarrollarse la personalidad del niño también en la línea vegana.