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Once cosas que las Ciencias de la Naturaleza pueden aportar a la educación desde el respeto animal

1 Nov 2016

Este artículo tiene como objetivo señalar contenidos que pueden impartirse en el campo de las ciencias de la naturaleza para ayudar a transmitir el respeto animal en el alumnado.

Las asignaturas de Ciencias de la naturaleza, Biología, Cultura científica o Ciencias de la tierra y el medio ambiente, todas ellas impartidas desde el departamento de Biología y Geología, están relacionadas con los animales y pueden servir para transmitir valores de respeto. Pero la formación científica de quienes la imparten puede provocar que el rango ético de la asignatura quede fuera del espectro visible en el respeto animal.

Hace varios años, una compañera me pidió consejo para afrontar una situación. Un grupo de alumnos de 12 años le habían contado mientras reían que ese fin de semana habían atrapado a una gata, la habían matado a patadas y de su interior habían salido gatitos que aún se movían. La compañera, acertadamente relacionó el hecho con la educación que habían recibido desde que nacieron. Pero esa responsabilidad parecía recaer únicamente en el ámbito familiar: «es normal que hagan esto, si estos chavales, al ser gitanos han estado viendo peleas de gallos desde que nacieron y todos ellos tienen un pollo que le han regalado sus padres».

Sin duda tenía razón. Las familias tenían una responsabilidad. Pero no menos responsabilidad tenía el sistema educativo, en lugar de mostrar una visión alternativa a los animales, esta compañera -muy preparada en el campo científico- parecía reforzarla. Un mes antes de los hechos había llevado a los alumnos y alumnas de 1º de eso -nivel al que pertenecían quienes habían matado a la gata y a sus crías- al laboratorio para diseccionar un conejo. «Es así como realmente aprenden donde está cada órgano».Además de buscar alternativas al uso de animales en las clases y modificar los enunciados  o textos que claramente refuerzan la visión de los animales como recursos hay tres pilares del respeto animal que pueden ser tratados desde nuestra asignatura.

1.- Somos animales

Para el profesorado de ciencias resulta obvio que los seres humanos formamos parte del reino animal. Pero los alumnos no parecen tenerlo tan claro. Si pedimos en clase que se divida a los seres vivos en dos grandes grupos posiblemente habrá alguien que los dividirá en eucariotas y procariotas o en autótrofos y heterótrofos. Pero seguro que también hay alguien que clasifica a los seres vivos en: animales y personas. Se dejará sin clasificar a los vegetales, los hongos, los protoctistas y las moneras. Pero además tratarán a los humanos como si no fuésemos animales. Y es importante aclarar los dos errores.

Aislar a nuestra especie, Homo sapiens, del resto de animales nos permite distanciarnos de ellos, y por tanto hacer más difícil comprenderlos y más fácil explotarlos.  Por eso, cuando decimos que somos animales, siempre se levanta una mano de alguien que quiere aclarar «pero racionales».

No importa que la clasificación de «animal racional» vs «animal irracional» haya quedado obsoleta y no sea defendida ya por nadie en el campo de la etología. Y aunque tampoco hay debate en el campo de la biología sobre si somos animales, nos seguimos resistiendo a aceptar esta idea; no por motivos científicos, sino por prejuicios. Seguimos considerando que ser un animal es algo malo y la palabra «animal» sigue siendo un insulto.

Aceptar que somos animales nos ayuda a los humanos a bajarnos de ese púlpito al que hemos elevado injustificadamente a nuestra especie. Pero también ayuda a los otros animales porque supone comenzar a derribar la barrera de prejuicios que hemos construido para aislarnos.

2.- La capacidad de sentir.

Ya en el primer curso de la ESO el currículo educativo incluye conceptos directamente relacionados con la capacidad de sentir y la interacción de todo ser vivo con el entorno, donde se profundiza en conceptos como «nastías» y «tropismos». En el tercer curso se estudia el sistema nervioso. En 4º de la ESO se estudia la evolución y la historia geológica de nuestro planeta, algo que permite explicar que en la explosión del Cámbrico, hace 450 millones de años, surgieron las primeras estructuras anatómicas suficientemente complejas para permitir a algunos animales transformar los impulsos nerviosos en sensaciones. En 1º de Bachillerato se profundiza en la anatomía y fisiología del sistema nervioso animal y en la función de relación de los distintos seres vivos.

El respeto a los animales sobre el resto de seres vivos se debe precisamente, a la capacidad de sentir de la mayoría de ellos. Todos los seres vivos, cumplen con la función de relación. La capacidad de responder a estímulos ambientales determinará su capacidad de supervivencia. Incluso las bacterias y las arqueas -los organismos más simples que se conocen, se desplazarán hacia los ambientes que les proporcionen las mejores condiciones biológicas y huirán de aquellos entornos sin alimentos, con temperaturas excesivamente altas o bajas, con un PH demasiado ácido o demasiado básico.

Pero me da la impresión de que no se suele prestar atención en la diferencia biológica entre sentir e interactuar porque se desconoce su importancia ética. Sentir, como se ha dicho, supone la capacidad para experimentar sensaciones, placer o dolor. En el campo de la neurología se acepta sin discusión que para ello es necesario contar con un sistema nervioso complejo. Las esponjas, pertenecientes al reino animal, no tienen sistema nervioso y los cnidarios (al que pertenecen las medusas y los corales), aunque tienen un sistema nervioso, carecen de núcleos neuronales capaces de transformar el impulso nervioso y transformarlo en sensaciones. Las respuestas a estímulos de su sistema nervioso son siempre el resultado del acto reflejo. También sabemos que los hongos, los protoctistas (protozoos y algas), las plantas y las maneras (organismos procariotas, como las bacterias) carecen de sistema nervioso y no se ha encontrado ninguna estructura anatómica capaz de realizar una función similar. Del mismo modo que los animales no hacemos la fotosíntesis porque carecemos de cloroplastos (salvo la Elisya clorotica, que los obtiene de las algas de las que se alimenta), los seres vivos que carecen de sistema nervioso también carecen de la capacidad de sentir. No hay ninguna duda científica al respecto.  La única ocasión en la que un científico pone en duda este hecho demostrado es cuando tiene una vagana o un vegano delante.

Decíamos que esa diferencia entre sentir e interactuar tiene mucha relevancia moral. Porque quienes sienten pueden sufrir y disfrutar de sus vidas, y por tanto tienen interés en no sufrir y en vivir una vida con experiencias positivas. Un porífero, una anémona, una seta o una hierba no pueden sufrir y por lo tanto no tiene sentido que nos preocupemos por su sufrimiento. Un perro, un pez o un cerdo sí que pueden sufrir y sí que pueden disfrutar de multitud de experiencias, por eso debemos valorarlos éticamente como individuos. Debemos tener en cuenta que nuestros actos pueden perjudicarles o beneficiarles. En esta idea se basa el respeto animal y por eso es fundamental que expliquemos en los institutos y colegios la diferencia entre sentir e interactuar.

3.- Cómo son los animales

En todos los niveles de la educación se trata a los animales. Pero el currículo siempre aborda a los animales desde un enfoque taxonómico, anatómico, fisiológico, histológico o citológico. Enseñamos las diferencias entre animales homeotermos y poiquilotermos, la diferencia entre la reproducción vivípara, ovípara y ovovivípara; cómo son las células animales, los tejidos animales, la localización y la función de los órganos, la clasificación taxonómica del reino animal. Pero no enseñamos cómo son los animales. La etología queda completamente fuera de los contenidos marcados por el currículo y el profesorado del departamento de Biología y Geología parece no haber reparado de ello. Lo cierto es que en nuestro propio periodo de educación, desde el periodo de infantil e incluso en nuestras propias licenciaturas, nadie nos ha explicado cómo son los demás animales. Por eso nos resulta tan sencillo reproducir el error, porque desconocemos el tema.

Tuve un debate con un compañero de departamento sobre el consumo de productos lácteos. Él es veterinario y sabe que para que un mamífero produzca leche debe ser hembra y ha debido estar embarazada. También estábamos de acuerdo en que para obtener leche de vaca, oveja o cabra, debemos separar a la madre de su cría. Las discrepancias entre él y yo se debían a que él defendía que la separación forzada no implicaba dolor, «como máximo pueden sentir pena una o dos horas, pero los animales viven en el presente».

Mi postura era la opuesta. Toda vaca siente dolor e impotencia cuando se le separa de su ternera. Le conté que en una investigación había visitado granjas de producción láctea en Asturias y había visto a los terneros llamar desconsoladamente a sus madres, mientras permanecían encadenados a una pared o en recintos de poco más de dos metros cuadrados. Los granjeros sabían que si se les dejaba libertad de movimiento se reunirían inmediatamente con sus madres y se beberían la leche que, en realidad, les pertenecía. También le quise mostrar un video de youtube en el que se muestra la trágica separación de una vaca y de su ternero. Pero él seguía defendiendo que esas imágenes no decían nada. Al parecer la observación objetiva de una reacción animal no tiene valor etológico (aunque eso es precisamente la etología). Su creencia de que «los animales únicamente viven el presente» no estaba sesgada por prejuicios antropocéntricos y no necesitó dar ningún dato objetivo para avalar su postura, él es veterinario, mientras que mi formación está mucho más alejada de los animales.

La última actualización de la página web del santuario Gaia está dedicada casualmente a este tema. Un santuario gestionado por  Ismael y por Coque -por cierto,este último es veterinario. El post cuenta la historia de Helga y su hijo Isaac. Helga llegó al refugio primero, mientras que su hijo tardó tres meses en llegar. El texto dice lo siguiente:

«Desde que Helga llegó al Santuario, después de estar tres meses separada de su hijo Isaac, no ha dejado de estar con él ni un momento. Van juntos a todas partes y si en algún momento se separan, al poco comienzan a llamarse para volver a reunirse.

El vínculo que tiene una vaca con su hijo es para toda la vida, comparable al que podemos tener los animales humanos. ¿Os imagináis el sufrimiento que tienen que pasar en las granjas cuando se les arrebatan a sus hijos para enviarlos al matadero?

En nuestras manos está cambiar esta situación, porque todos los animales tienen derecho a vivir.»

Sabemos cómo son los perros y cómo son los gatos. Porque vivimos en contacto con ellos, muchas veces en nuestro propio hogar. Es por eso que nos resulta fácil empatizar con ellos. Pero desconocemos absolutamente cómo son otros animales, algo que nos sirve para explicar por qué hay muchas actitudes que aceptamos sin cuestionamiento cuando se lleva a cabo con «animales de producción», pero que consideraríamos maltrato si se llevasen a cabo con perros o gatos.

La ignorancia sobre las emociones y los sentimientos de todos estos animales favorece su explotación y maltrato. El que el currículo oficial no aborde estas cuestiones de forma directa no justifica que no se haga dentro del aula.

4.- Nutrición.

Si conocer como se sienten los animales, nos permite comprender que los animales no quieren que nos los comamos, los conocimientos en nutrición nos permiten saber que además no necesitamos comérnoslos.

En 3º de ESO se dedica una unidad didáctica al sistema digestivo y a la nutrición. En ella, las profesoras y profesores tienden a afirmar que «hay que comer de todo». Pero con eso no se refieren a que hay que tener una alimentación equilibrada en proteínas, grasas, hidratos de carbono, sales minerales, vitaminas y agua. Se refieren a que hay que comer necesariamente cereales, fruta, verdura, legumbres, pero también carne, pescado, huevos y leche.

Una vez más me viene a la cabeza otro debate que he tenido recientemente en mi departamento sobre este tema. El compañero veterinario defendía que yo no tenía carencias nutricionales porque había adoptado una forma de vida vagana cuando yo ya estaba en edad adulta. Pero que un niño vegano, mostraría carencias alimenticias que se reflejarían en problemas de salud. Se lo había dicho el pediatra de sus hijas.

Yo le mostré informes de la Organización Mundial de la Salud que mostraban su apoyo a la alimentación exenta de productos de origen animal. Le mostré el informe de la asociación de dietistas y nutricionistas más relevante del mundo, la American Dietetic Association que decía textualmente:

Es la postura de la Asociación Americana de Dietética que las dietas vegetarianas adecuadamente planificadas, incluidas las dietas totalmente vegetarianas o veganas, son saludables, nutricionalmente adecuadas, y pueden proporcionar beneficios para la salud en la prevención y en el tratamiento de ciertas enfermedades. Las dietas vegetarianas bien planificadas son apropiadas para todas las etapas del ciclo vital, incluyendo el embarazo, la lactancia, la infancia, la niñez y la adolescencia, así como para deportistas.

Además le informé que desde Aula Animal habíamos hecho una campaña para que se reconozca el menú vegano en los centros escolares de Aragón y habíamos contado con el apoyo de personas como Iva Marqués, profesora titular de Nutrición de la Facultad de Ciencias de la Salud y del Deporte en la Universidad de Zaragoza, quien redactó un escrito destinado a la Consejería de educación.

El Colegio Profesional de Dietistas-Nutricionistas de Aragón (CPDNA) para apoyar esta campaña elaboró un informe en septiembre de 2012 que concluía de la siguiente manera:

“Por lo tanto desde el CPDNA se considera que dotar de una opción vegetariana (incluyendo vegetarianos estrictos o veganos) en los comedores escolares está en conformidad con la evidencia científica actual, y que adecuadamente planificadas mediante dietistas-nutricionistas pueden asegurar un correcto aporte energético y nutricional, de manera que se cumplan las necesidades de los niños.”

Le hablé también de Forks over knives, un impactante documental sobre nutrición que utilizo en mis clases y que está cargado de datos científicos. Dirigido por Lee Fulkerson cuenta con la participación de nutricionistas reconocidos como Colin Campbell y Caldwell Esselstyn cuyas investigaciones les han llevado a la conclusión de que los alimentos de origen animal están relacionados con enfermedades como cáncer, hipertensión, obesidad, infartos, etc.

Dio igual que aportase todos estos informes y él no fuese capaz de presentarme un solo texto en el que dijese que en edades tempranas la alimentación vagana era perjudicial para la salud. Su respuesta fue, literalmente, «Tú no sabes más de nutrición infantil que mi pediatra». Yo no, pero cualquiera de los organismos que he citado sí. Y una persona que se dedica a enseñar ciencia debe ser capaz de valorar la credibilidad de la fuente. A mi el «me lo ha dicho la pediatra de mis hijas», me sonaba a un niño diciendo «me lo ha dicho mi mamá». Pero a veces, cuando debatimos, no valoramos los argumentos de quien tenemos delante, simplemente tratamos de que nuestra idea inicial no sea modificada, aunque los datos que se presenten en contra de nuestro pensamiento inicial sean abrumadores. Yo salí con la sensación de que esta persona, por arrogancia, seguirá contando durante muchos años en sus clases la idea, demostradamente falsa, de que necesitamos comer animales. Y creo que él salió con la imagen de que yo era un adoctrinador.

5.- Impacto ambiental de los productos cárnicos

El hecho de que una forma de vida o una actividad sea más respetuosa con el medio ambiente no la hace necesariamente mejor que una que sí lo sea. Por eso nuestro argumento contra el consumo de animales no es que los productos que se generan con ellos causen un impacto ambiental mayor que los productos vegetales, sino que los animales merecen el reconocimiento de unos derechos.

Pero desde las asignaturas relacionadas con las ciencias de la naturaleza se explican las relaciones tróficas analizando el flujo de energía y los residuos generados. Esto nos puede ayudar a orientar a quienes creen que el uso de productos animales podría suponer un beneficio para el planeta porque supuestamente habría que talar menos árboles para cultivar verduras, legumbres o cereales.

Lo cierto es que aquí sí que he encontrado libros donde se enfoca esta cuestión se aborda de forma directa. Y sus autores, a juzgar por otras actividades, no parecen reconocer los derechos animales, por lo que se hace desde una perspectiva estrictamente científica.

Así, el libro de Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente de la editorial Mc Graw Hill (Calvo D., Molina, M. T., Salvachúa J., 2016) cuenta con la siguiente actividad:

Los requerimientos calóricos de los humanos se estiman en unas 2.500 kcal/día. Imaginemos un área en la que la producción primaria sea de 20 . 10^6 kcal/día.

a.- ¿Qué número de personas podría mantener esta zona si todos fueran vegetarianos?

b.- Si, por el contrario, se alimentaran de cabras cuya producción total diaria, entre leche y carne, fuera de 150.000 kcal, ¿qué población humana podría subsistir?

c.- Deduce cuál de los dos sistemas de sustento resultará más eficiente energéticamente

La respuesta es que si fuésemos vegetarianos estrictos como plantea el enunciado, podrían alimentarse a 800 personas, mientras que si nos alimentamos de cabras, debido a que estas consumen en su propio metabolismo el 90% de la energía que incorporan, solo podremos alimentar a 6 personas. Por lo tanto, la respuesta a la pregunta «c», queda respondida: la alimentación vegetariana tiene una mayor eficiencia energética.

Esto implica no solo que el planeta puede alimentar a muchas más personas vegetarianas que personas que comen animales, sino también que la mayor parte de las superficies cultivadas se destinan a producir «forraje para el ganado», como queda reflejado en toda la región amazónica.

Otro problema similar que refleja el desconocimiento es la creencia de que la alimentación vegetariana exige el consumo de grandes cantidades de soja, y esta es transgénica en su mayoría, por ello el vegetarianismo promueve los cultivos transgénicos. La alimentación exenta de productos animales exige el consumo de legumbres, pero estas no tienes por qué ser semillas de soja. Pueden ser garbanzos, judías, cacahuetes, habas, lentejas, frijoles, alubias, etc.

Además, es cierto que la mayoría de cultivos de soja son transgénicos. Muchos se encuentran en grandes extensiones de Latinoamérica, pero esta soja se destina casi en su totalidad a producir pienso para el ganado con alta concentración de proteínas. La soja que consumimos en Europa de forma directa se produce, en gran medida, en el sur de Francia y no es transgénica, como queda reflejado en el etiquetado. Por eso al consumir productos cárnicos sí podemos estar financiando los cultivos transgénicos de soja, mientras que si la consumimos directamente (en forma de tofu, tempeh, bebida de soja, soja texturizada, etc) es muy poco probable que proceda de países lejanos y que además hayan incumplido la legislación sobre etiquetado.

6.- Lo natural no tiene por qué ser ético

Hasta el momento he trabajado en cinco centros educativos distintos. En todos he tenido buenos compañeros y compañeras de trabajo, pero todos los cursos ha salido el debate de los derechos animales y el veganismo. En estos debates siempre hay alguien que me dice algo parecido a «cómo siendo profesor de ciencias naturales no te parece natural comer animales», «actuamos igual que ocurre en la naturaleza, en la naturaleza el lobo se come a la cabra, en mi casa yo me como a la oveja».

Utilizar este argumento de forma coherente nos lleva a justificar multitud de actos que se llevan a cabo en la naturaleza y que jamás aceptaríamos si la víctima fuese de nuestra propia especie. Nadie utiliza este argumento para justificar violaciones, padres que matan a sus crías, canibalismo, etc. Tampoco se escucha decir a nadie decir que la gente no debería llevar gafas porque eso no ocurre en la naturaleza o que el uso de electricidad debería erradicarse.

El argumento de lo natural se utiliza únicamente en los casos que nos benefician y que el perjudicado pertenece a una especie distinta a la nuestra. Por eso, quien recurre a este argumento debería plantearse por qué su especie merece un reconocimiento especial. Quizá haya un cierto antropocentrismo en la postura «ecologista».

7.- No hablar de «especies invasoras»

Las «especies invasoras» es un tema que en nuestra asignatura se trata muy frecuentemente. La expresión es acogida con agrado por la sociedad. Incluso cuando es precedida de la palabra «eliminar», se le reconoce un significado positivo, pues es «por el bien del planeta».

Aunque hemos logrado que la expresión «razas invasoras» sea considerada racista, parece que estamos muy lejos de reconocer la expresión «especies invasoras» como especista. Pero los profesores y profesoras de ciencias podemos empezar a utilizar expresiones más técnicas y con menos prejuicios como «especies alóctonas». Además debemos recordar que los responsables de estas «invasiones» no son los animales. Detrás suele estar el ser humano y más concretamente la explotación animal (caza, pesca, granjas de pieles, etc).

8.- Regular las poblaciones

A los profesores de ciencias naturales no les suele gustar la caza, pero la aceptan si es regulada para el «control de las poblaciones». Al fin y al cabo «los jabalíes aumentan mucho su población y pueden crear desajustes en el ecosistema y daños en la agricultura».

Transmitir la idea de que los cazadores contribuyen a que el ecosistema funcione adecuadamente es propaganda falsa que utilizan los propios cazadores para no reconocer el motivo real de su afición: les gusta matar animales que viven en libertad. Pero un profesor o una profesora de ciencias de la naturaleza no puede aceptar eso y, sobre todo, no puede obviar en el aula que aunque fuese cierto, matar a un animal supone negarle su derecho a la vida y no debemos aceptar que nadie mate a un animal por beneficio propio.

Las poblaciones crecen en exceso cuando se desequilibra la relación depredador-presa, algo que demostraron Lotka y Volterra. Los cazadores quieren que haya muchos conejos y jabalíes, para poder matarlos y comérselos. Por eso matan a los zorros y han acabado prácticamente con las poblaciones de lobos de toda la Península Ibérica.

Además han convertido los campos en auténticas granjas a las que llaman «cotos de caza». Crían animales y los sueltan en estos lugares para poder continuar con su afición de matar. Esta actividad no produce ningún beneficio al ecosistema y mucho menos a las verdaderas víctimas, los animales.

9.- El planeta no siente

Aunque queda bien decir que «la Tierra sufre por lo que hacemos los humanos», no es verdad. Igual que no sienten las plantas, no sienten los planetas, ni las estrellas. Es algo que sabemos con total seguridad.

Transmitir el respeto a la naturaleza no es incompatible con ser riguroso con la ciencia. Está bien valorar la diversidad de paisajes, de procesos, conductas y formas. Eso se logra dándola a conocer. También está bien valorar la importancia de no dañar el planeta, pero para ello no es necesario tratarlo como un sujeto con capacidad de sentir.

El planeta es nuestro hogar, el hogar de los animales. No tenemos derecho a destruirlo porque eso supone que los animales pierdan su hogar. Del mismo modo no podemos destruir una casa, no por la casa, sino por quienes viven en ella. Reconocer esto no implica restar importancia a la protección de los ecosistemas, sino que supone simplemente dar objetividad a esa protección. De esta forma, cuando entre en conflicto la protección del hogar o planeta con la protección de quienes viven en él, podremos decidir teniendo en cuenta quién puede sufrir y quién no.

10.- Salidas de campo

No nos engañemos, si seguimos llevando a los alumnos a los zoos es por simple comodidad. Resulta más cómodo ir a un zoo y ver a los animales enjaulados que ir al campo a verlos en libertad. No importa que los animales en las jaulas no actúen de forma natural y tampoco importa que nuestros alumnos sepan cómo es una gacela, pero no sepan nada de los animales que viven a su alrededor. ¿Cuántos alumnos saben reconocer un petirrojo, un jilguero o un lucio?

Ir al zoo garantiza que vamos a ver muchos animales, pero no garantiza que los vayamos a comprender. Nos evita que, por ejemplo, una alumna nos pregunte por una planta o un animal y no sepamos responder. Pero no nos ayuda a transmitir el respeto a los demás animales.

11 Prácticas de laboratorio

Todos mis compañeros y compañeras de departamento con los que he trabajado hasta ahora se han enterado de que yo no quería utilizar cuerpos de animales en mis clases. Prefería realizar prácticas de laboratorio alternativas. Si soy sincero creo que mis argumentos -las contadas ocasiones en las que los he expuesto- no han convencido a nadie e imagino que todos ellos seguirán comprando en carnicerías órganos de animales para que los diseccionen los alumnos. Tengo que decir también, que hasta ahora siempre han aceptado mis ideas y no se han planteado problemas en las reuniones de departamento. Me pregunto en algunos casos si hubiesen respetado del mismo modo que en lugar de un compañero hubiese sido un alumno quien hubiese dicho que no quería participar en esas prácticas.

Es interesante que, cuando he debatido con compañeros de departamento esta cuestión, tratan de conducir el debate hacia la investigación en animales y los beneficios que ha aportado la investigación animal. «¿Cómo vamos a encontrar una cura contra el cáncer sin el uso de animales?» El argumento en contra de la experimentación animal no es sólo que cada vez sea más cuestionada por motivos científicos, también podemos responder que independientemente de los beneficios que podamos obtener, los animales no están aquí para servirnos. También generó avances científicos el uso de judíos en investigación médica y eso no justifica dichos experimentos. Pero esa comparación no se puede hacer porque a quien es especista pero no racista le resulta muy ofensivo comparar el holocausto animal con el holocausto judío.

Lo cierto es que en los colegios e institutos apenas hay proyectos de investigación. Cuando los hay suelen ser encuestas o documentación bibliográfica. No conozco ningún centro de educación infantil, primaria o secundaria que esté investigando una cura contra el cáncer. Sin embargo hay quien utiliza esta y otras enfermedades similares para justificar una práctica de laboratorio que consiste en abrir el ojo de un cordero para extirpar el cristalino.

Los alumnos no son investigadores. Y, asumámoslo, los profesores de colegios e institutos, tampoco. Nuestra labor es la difusión de los estudios que otros realizan. Si a alguien le parece que la divulgación científica no es suficientemente importante debería buscar una alternativa laboral en el campo de la investigación. Eso sí, una investigación sin víctimas.